Sunday, October 15, 2006

Max Ernst

MAX ERNST, SURREALISMO, ALQUIMIA Y COLLAGE

por
Karlrebus
(Fragmento)


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(retrato de M.E. por L.C.)


Lautreamont acuñó la frase que habría de convertirse en texto canónico para los surrealistas:

Bello como el encuentro fortuito de un paraguas y una máquina de coser sobre una mesa de disección”.

Pierre Reverdy que no perteneció al grupo surrealista, pero que fue muy admirado por éstos, se les adelantó al escribir en 1918 lo siguiente:

“La imagen es una creación pura del espíritu. No puede nacer de una comparación sino del acercamiento de dos realidades más o menos distantes. Mientras más distantes y justas sean las relaciones entre las dos realidades aproximadas, la imagen será más fuerte: tendrá mayor potencia emotiva y mayor realidad poética”.
(1)

Años más tarde, en 1930, André Bretón publicó el “Segundo Manifiesto del Surrealismo” y en sus páginas preliminares le dio un giro inesperado al pensamiento surrealista cuando afirmó:

"Todo induce a creer que en el espíritu humano existe un cierto punto desde el que la vida y la muerte, lo real y lo imaginario, el pasado y el futuro, lo comunicable o lo incomunicable, lo alto y lo bajo, dejan de ser visto como contradicciones. De nada servirá intentar hallar en la actividad surrealista un móvil que no sea el de la esperanza de hallar este punto”. (2)

Sobre la tríada que forman estos textos es como se elabora el collage o la alquimia del collage tal y como Max Ernst lo concibiera. Pero llevemos la tríada a un cuadrilátero definiendo en términos generales algunos de los semblantes fundamentales de ese “arte real” llamado La Alquimia, en su relación con el mundo pictórico de Max Ernst. Rene Alleau que fue discípulo de Eugene Canseliet, discípulo a su vez de Fulcanelli, nos dice que:

“Parece que la alquimia corresponde menos a una ciencia física que a un conocimiento estético de la materia situándola a mitad de camino entre la poesía y las matemáticas” (3)

La alquimia, entonces, se manifiesta como una praxis y una gnosis que, si por una parte, actúa sobre la materia con la finalidad de transformarla, realiza esa operación simultáneamente a otro nivel espiritual. Es durante ese proceso que el alquimista, en su búsqueda de la transmutación entra en contacto con lo maravilloso, dimensión donde habita la poesía surrealista. André Breton tuvo la razón cuando viera en la alquimia un lenguaje que abría infinitas posibilidades para entrar en el camino de esa oposición de los contrarios que yace en la raíz del pensamiento hermético y de la poesía surrealista, cuyas analogías Breton subraya en su Segundo Manifiesto:

“…tan sólo pretendo que se observen las notables analogías que, en cuanto a finalidad, presentan las investigaciones surrealistas con las investigaciones de los alquimistas; la piedra filosofal no es más que aquello que ha de permitir que la imaginación del hombre se vengue aplastantemente de todo.”
(4)

Pero al mismo tiempo que el hermetismo quiso alcanzar ese punto supremo, los poetas y los pintores intentaron hacer lo mismo con la palabra o la imagen. Esto último, la imagen, que conciliaba en un espacio (que los surrealistas llamaban sacrée), dos o más realidades contrarias, fue el objetivo de los collages de Max Ernst.

Los contactos de Max Ernst con el pensamiento hermético (así como con Freud: uno de sus óleos lleva como título “Tótem y Tabú” en homenaje a la famosa obra del creador del psicoanálisis) fueron tempranos y continuaron durante toda su vida. La creación del collage (y seguidamente la del frottage y la decalcomanía técnica que tomara de Oscar Domínguez) tuvo para él un efecto hipnótico. Max Ernst vivió durante toda su vida dentro de un mundo plagado de alucinaciones, alimentado por una herencia romántica, herencia que pasó a ser una de las fuentes inspiradoras del Surrealismo. De acuerdo con su mítica autobiografía (5)

“El segundo de Abril de 1891 a las 9.45 am., tuvo su primer contacto con el mundo sensible cuando salió de un huevo que su madre había depositado en el nido de un águila y que el pájaro había empollado durante siete años”.

Tres elementos entran en juego en este relato: Primero, el águila, nombre que los filósofos herméticos le dan al mercurio después de su sublimación. El águila forma parte de la iconografía de muchos de los collages de la “Femme 100 Tetes” (1929), “Une Semaine de Bonté” (1934) y “Reve D’Une Petite Fille Qui Voulut Entrer Au Carmel” (1930), como también de sus óleos. Segundo, el huevo, que es el vaso o recipiente donde el alquimista encierra su materia para cocerla. El llamado “huevo de los filósofos” según Dom Pernety en su famoso diccionario míitico-hermético, “no es tanto el continente sino el contenido que es propiamente el vaso de la naturaleza’’(6) . También el huevo entra a formar parte esencial de sus collages, sus cuadros y esculturas. Por último estuvo empollado durante siete años. El número siete posee un profundo significado en todo el pensamiento hermético: siete son las operariones de la obra, siete los metales, siete fueron los días de la creación etc. El número siete está compuesto por la suma del tres (símbolo espiritual, síntesis de los dualismos) y el cuatro (símbolo de la tierra y de los cuatro puntos cardinales). Su libro de collages “Une Semaine de Bonté”, donde Max Ernst reproduce numerosas figuras asociadas con la alquimia, está dividido en siete capítulos, uno para cada día de la semana. Por último el relato de su nacimiento publicado en la revista “View’’ en 1942, que dirigía Charles Henri Ford in New York, comienza con la letra T combinada con la imagen de una lechuza, pájaro relacionado con la sabiduría pero también según los egipcios, con la muerte.
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Hasta aquí incluímos este fragmento,
el artículo completo será publicado en:
Ombligo 23 - Codex Molecular #5
(aparición: 23 de Octubre de 2006)

1 Comments:

Anonymous Anonymous said...

sólo recordaba un par de anécdotas de max. una contaba que en cierta época tenía un papagayo el cual se le posaba en el hombro y, tras mordisquearle la orejita, le decía al oído exactamente lo que quería (esto contado por él, según recuerdo)
ahora, pasando por un hombre que hace señales intermitentes de don héctor, hay otra anécdota que cuenta que max -en france?- llegó a ser denunciado por hacer señales luminosas al enemigo...
-nan xer

6:52 AM  

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