- El siguiente artículo es la continuación de “Dislocación: la influencia de Paracelso y Roger Bacon en Las Meninas de Velázquez” (publicado en el primer número de “Ombligo 23”).
Se cae constantemente en el error: ¿Dónde se encuentra la genuina alianza entre Alquimia y Arte? “En la Catedral Gótica” repite el coro junto a Fulcanelli.
Pero ¿Cuándo los coros han dicho algo sensato, genuino u honesto?
La confluencia de Alquimia y Arte se dará en cada época en el sitio donde la cultura está en ebullición; en el sitio donde el Arte Regio puede subvertir la cultura.
Si el sitio por excelencia de la cultura prehistórica es la cueva, allí se trasladará el Arte Alquímico con un hombre de cabeza de pájaro y falo erecto que aguijonea a un toro.
Si el Templo y la ceremonia fúnebre serán los dos grandes ámbitos de la cultura clásica, allí es donde la Alquimia encontrará su vehículo de manifestación mediante el arte.
Claramente en una era de dominio eclesiástico, la Catedral será el justificado lienzo.
Cuando surja una Burguesía que guste cambiar de Palazzo en Palazzo según el humor del día, la necesidad de un nuevo formato transportable como el cuadro hará que los discípulos de Marsilio Ficino elijan a éste como el nuevo canal de inmanentizar el escaton.
En una era donde la cultura encuentra una de sus principales vías en la galería y el museo, no es entonces extraño que éstos se transformen en el campo de batalla de los nuevos agricultores del Cielo.
El genial artista Piero Manzoni supo decir al respecto:
“A menudo oímos hablar a alguien de que no comprende el arte contemporáneo, pero que sin embargo ama el arte del pasado. Todo esto se debe a un equívoco fundamental en relación con el propio arte y podemos estar seguros de que las personas que hablan de este modo no entienden nada ni del arte del pasado ni del arte contemporáneo.
Porque, entendámonos, comprender un cuadro, o en todo caso una obra de arte, no quiere decir entender su contenido, sino asumir su significado. La pintura pretende comunicar y no ser un lujo en función de la decoración, un cuadro es, y siempre lo ha sido, un objeto mágico, un objeto religioso.
Sólo que los Dioses cambian, cambian constantemente, evolucionan con la evolución de la civilización, pues cada instante es un paso, una nueva civilización que nace”[i].
Algunos críticos de arte insistirán en que con las vanguardias del Siglo XX, el arte se acerca a la ironía vacua, a un incomprensible esoterismo cultural o a la destrucción misma del arte. Ellos compararán la belleza del Nacimiento de Venus -1485- de Botticelli con la impenetrable superficie del Cuadrado Negro sobre Fondo Blanco -1915- de Malevich y, en el mejor de los casos, dirán que el último se acerca a una abstracción conceptualista. Evidentemente ellos ignoran cuanto gusta Venus de mostrar su superficie para esconder su interior. La misma superficie que, cual moscas, los atrae en el cuadro de Boticelli es la que los repele en el de Malevich; y en ninguno de los casos han logrado ir más allá de una fina capa de pintura al óleo (indistinguible en su esencia de la capa de pegamento que solía recubrir aquellos vetustos papeles atrapa moscas).
Otros dirán que en el Arte contemporáneo se dio el caso de una referencia incidental o anecdótica a la Alquimia. Esta sería, desde este punto de vista, un accesorio casual que decora el vestido vanguardista. Sin embargo deben tenerse en cuenta datos tan poco incidentales como la inspiración puramente alquímica de Piet Mondrian (por vía de la Teosofía) y sus discusiones con Theo Van Doesburg (comprender que su discusión se limitaba meramente a las posibilidades estéticas de la línea diagonal es sólo propio de quien ignora absolutamente la esencia de su pintura[ii]). La misión que Malevich planteó para su Arte Suprematista (y la no casualidad de que sus tres obras esenciales sean su cuadrado negro, su cuadrado blanco y su cuadrado rojo). La búsqueda de Kandinsky de una nueva alquimia para el arte y su necesidad de escribir verdaderos grimorios con este fin como “Sobre lo Espiritual en el Arte” y “Punto y Línea sobre el Plano”. El Círculo de artistas de todos los campos que personas como Rudolf Steiner[iii] o Joséphin Péladan supieron reunir en torno suyo (como será el caso del músico Erik Satie, quien mientras trabajaba en su composición para el ballet-dadá “Entreacto” de Francis Picabia –en el cual también colaboraba Marcel Duchamp-, escribía sus “Sonneries de la Rose-Croix”). Mientras que dentro del arte surrealista la Alquimia se volverá practicamente una referencia obligada.
La irrupción en la década de los ’60 de una nueva vanguardia tendrá otra vez este mismo espíritu: Yves Klein a la cabeza de los nuevos realistas (y sin disimulo alguno de su afiliación Rosacruz). Joseph Beuys que inspirado por Rudolf Steiner llega a un punto en el que ya no es posible trazar la línea divisoria entre el Arte y Alquimia. Piero Manzoni buscando atrapar el infinito dentro de contenedores herméticos (por ejemplo en su serie de líneas y sus esculturas pneumáticas). El caso de Victor Grippo utilizando la putrefacción como fuente de energía. Robert Smithson construyendo su Spiral Jetty (un gigantesco espiral de 450 metros de largo construído con piedras negras, rocas de sal y algas rojas sobre el Great Salt Lake de Utah, EEUU).
En este sentido el arte contemporáneo no tiene una relación esencialmente distinta con la alquimia que la que ha tenido el arte de cualquier otra época. Simplemente sucede que los medios clásicos y las Catedrales Góticas resultan caducos en el Siglo XX como vehículo de manifestación dentro de este nuevo contexto cultural.
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[i] “Búsqueda de la imagen”, Piero Manzoni, 1957 (en “Arte Hoy. Piero Manzoni”, Ed. Nerea S.A., 1998, Madrid, ISBN 84-89569-22-3 )
[ii] Ver: “Dislocación: la influencia de Paracelso y Roger Bacon en Las Meninas de Velázquez” en Ombligo 23, número 1.
[iii] Ver: “El resurgimiento de un simbolismo contra-hegemónico en la política cultural de Rudolf Steiner” por Hugo Jorge Varfetti en Ombligo 23, número 1.
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